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Las fortificaciones (del latín fortificatio -ōnis) son edificaciones militares construidas para servir como defensa en la guerra. El término viene de fortis (fuerte) y facere (hacer). También se utilizan las denominaciones bastión, baluarte y fuerte.
El significado de la palabra fortificación se extiende además a la práctica de incrementar la protección de un lugar por medio de obras defensivas: recintos aislados tras murallas, denominados castillos, ciudadelas, alcázares o plazas fuertes; una o más líneas de murallas propiamente dichas, con o sin torreones en ellas y adarves, buhardas, camisas, matacanes, aspilleras, almenas y parapetos; fosos, barbacanas, torres vigía, también llamadas atalayas; torres exentas o albarranas, castilletes o zafras (castillos pequeños), poternas...
Estas fortificaciones debían tener un diseño que permitiera resistir un largo sitio o asedio facilitado por las artes de la poliorcética, por lo que era frecuente contasen con aljibes para recoger el agua de lluvia y abundantes depósitos de víveres y otros pertrechos. También debía su construcción ser la adecuada para resistir el asalto y ataque de catapultas, almajaneques, pierrières, mangoneles, bricolas, arietes, grúas, torres de asedio, sambucas, túneles de mina y demás artificios de demolición ideados por zapadores e ingenieros militares para expugnarlas; más tarde, tras la invención y divulgación de la pólvora en el renacimiento y la subsecuente de las bombardas o lombardas y cañones más avanzados, las fortificaciones tuvieron que volverse más sinuosas o en forma de estrella con revellines y lunetas para minimizar el efecto de los impactos, algo tan ineficaz ante el poder creciente de la artillería que al cabo granjeó su fin.[1]
Los hombres han edificado obras defensivas durante miles de años, en una gran variedad de complejos diseños como buen y seguro mecanismo de defensa. Quizá uno de los ejemplos de ciudades mejor fortificadas fue Pskov (véase), en Rusia, rodeada de cinco murallas de piedra de forma tal que pudo soportar 26 asedios en el siglo XV.
Muchas instalaciones militares son conocidas como fuertes, aunque no siempre estén fortificadas. Los fuertes de gran tamaño pueden ser clasificados como fortalezas, los medianos como fuertes y los más pequeños como fortines.
Dentro de la ingeniería militar, la disciplina que se ocupa de construir y expugnar fortificaciones se denomina poliorcética.[2]